Una vez diagnosticada la insuficiencia cardiaca, es el momento de iniciar el tratamiento más adecuado. El principal objetivo es mejorar el estado clínico, la capacidad funcional y la calidad de vida de la persona que sufre esta patología, evitar las hospitalizaciones y reducir la mortalidad.
En primer lugar, el paciente debe reeducarse y adoptar unos hábitos de vida más saludables, con el fin de controlar la insuficiencia cardiaca y prevenir su avance. Por tanto, deberá cuidar la alimentación, manteniendo una dieta baja en sal y grasas saturadas y reduciendo bebidas como el alcohol. Si sufre sobrepeso, debe adelgazar y controlar su peso a diario y la ingesta de líquidos, así como disminuir el colesterol si tiene niveles altos. Es importante también abandonar los malos hábitos, como el tabaquismo. Se recomienda además realizar ejercicio de forma moderada y regular, ya que mejora el funcionamiento del corazón. Caminar, montar en bicicleta o nadar son actividades compatibles con la insuficiencia cardiaca y es fundamental descansar lo suficiente.