Para realizar un correcto diagnóstico de la insuficiencia cardiaca es necesario que el paciente presente síntomas o, al menos, signos de padecer la enfermedad. Los síntomas de la insuficiencia cardiaca, que pueden ser diferentes en función de la persona y que -tampoco- presenta unos rasgos característicos y propios de la enfermedad, pueden aparecer de dos maneras: de forma progresiva, o rápidamente como consecuencia del daño causado al corazón por un ataque cardiaco u otro problema.
Síntomas de la insuficiencia cardiaca
Síntomas más frecuentes de la insuficiencia cardiaca
Disnea: (dificultad para respirar)
Tos seca y sibilancias
Astenia/fatiga
Hinchazón
Aumento de peso
Nicturia
Mareos y confusión
Pérdida de apetito
Palpitaciones
Insuficiencia cardiaca: síntomas en ancianos
En España, la insuficiencia cardiaca es la tercera causa de muerte debido a enfermedades cardiovasculares y se calcula que esta enfermedad está presente en el 7% de los mayores de 45 años; un porcentaje que se incrementa hasta el 16% a partir de los 75 años, siendo una de las principales causas de ingreso hospitalario y mortalidad. Es por ello que las personas de edad avanzada son los principales grupos de afectación.
Los síntomas de la insuficiencia cardiaca no son específicos ni propios de esta afección, la primer actuación que desarrolla el profesional sanitario especialista en insuficiencia cardiaca es una historia clínica detallada donde preguntará al paciente por sus síntomas, antecedentes cardiacos médicos propios (y familiares), enfermedades anteriores o recientes, hábitos alimenticios, forma física, factores de riesgo vascular y el estado de su respiración o del sueño.
La persona con insuficiencia cardiaca puede padecer una mayor sensación de fatiga o cansancio, una disminución de la capacidad de esfuerzo, debilidad e, incluso, dificultad al respirar. Asimismo, al no funcionar de forma correcta, el corazón tiene dificultad para satisfacer las necesidades del organismo, puesto que expulsa la sangre de forma inadecuada y, como consecuencia, se acumulan líquidos en determinadas zonas del cuerpo, como pulmones, piernas o abdomen.