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Insuficiencia cardiaca: ¿por qué no se reduce la mortalidad en la IC?
- 16 abril, 2019
- Posted by: cicero
- Category: Enfermedad
En el año 2000, el número de fallecidos a causa de insuficiencia cardiaca se situaba en una media de 52 personas diarias. En 2017, esta cifra apenas varió situándose en una media de 53 personas. Durante este siglo XXI, el número de personas cuya causa de defunción es la IC se mantiene, lo que nos hace plantearnos ¿por qué no se reduce la mortalidad en la insuficiencia cardiaca?
Es necesario destacar en primera instancia que, a lo largo de estos años, sí que se han producido ciertas variaciones, aunque estas no han sido del todo notables. Del período analizado, el año en el que se registró menos volumen de fallecimientos a causa de la IC fue 2010 con una cifra total de 16.038 personas. Esto supone una media de 44 personas diarias. Sin embargo, en el lado opuesto, tenemos el año 2008 en el que se registró el mayor índice de fallecimientos con un total de 20.241 personas.
Si tenemos en cuenta el sexo, la diferencia de fallecimientos entre mujeres y hombres es bastante notable. Ellas llegan incluso a doblar la cifra. De media, el 64% de las muertes que se han producido en el S.XXI por insuficiencia cardíaca corresponden a mujeres y el 36% a los hombres. 2007 fue el año más letal para ellos, con un total de 7.032 hombres fallecidos a causa de IC. En cambio, 13.281 mujeres fallecieron en 2008, lo que sitúa a este año en el más mortal para ellas.
La franja de edad en la que se concentra el mayor número de fallecimientos es la comprendida entre los 85 y los 89 años, tanto en hombres como en mujeres. El peor año para los hombres de este rango de edad fue 2017 (1.833 fallecidos) y en mujeres, el año 2000 (3.706 fallecidas). Podíamos decir, por tanto, que la edad avanzada constituye un factor de riesgo.
Comorbilidades de la insuficiencia cardiaca
El hecho de que la edad avanzada sea un factor de riesgo desencadena que las personas afectadas por una insuficiencia cardíaca sean, a su vez, pacientes de otra patología, peculiaridad que afecta directamente al proceso asistencial. Se hace por tanto necesario abordar la insuficiencia cardíaca como un todo y no como una enfermedad única.
Esto explica, por tanto, que, en función de la situación clínica, así como patologías adversas que afecten a la persona diagnosticada con IC, la línea terapéutica que se aplique varíe notablemente de una persona a otra según el cuadro clínico que presente.
Siguiendo esta línea, tal y como ya se conoce, la insuficiencia cardiaca puede ser ocasionada por otras afecciones del corazón (principalmente miocardiopatías, cardiopatía isquémica, enfermedad de las válvulas, arritmias) u otros factores como la anemia, infecciones respiratorias o insuficiencia renal. Afecciones que, a su vez, agravan o complican el pronóstico de insuficiencia cardíaca.
Abordaje multidisciplinar de la insuficiencia cardiaca
Estas razones hacen necesaria la creación de centros de referencia especializados en el abordaje de la insuficiencia cardiaca que integren, a su vez, a los diferentes profesionales sociosanitarios que se requieran.
Constituyen, por tanto, centros multidisciplinares en el que todos los profesionales médicos son susceptibles de intervenir en el proceso asistencial de la insuficiencia cardíaca y están coordinados con el objetivo de ofrecer a cada una de las personas afectadas por IC el abordaje más adecuado, según se estime conveniente y necesario en cada caso.
Prevención y cribado
Actualmente, con el fin de mejorar las cifras, se están implantando líneas de trabajo preventivas cuyo objetivo es impedir, en la medida de lo posible, el desarrollo de una insuficiencia cardíaca en aquellos pacientes con alto riesgo.
Desde el punto de vista clínico, se hace necesario prestar especial atención a todas aquellas afecciones que puedan desencadenar en una insuficiencia cardíaca a medio o largo plazo. Por ejemplo, un déficit de hierro sin un seguimiento adecuado por parte de los facultativos puede tener consecuencias tan notables como una insuficiencia cardíaca.
Por otra parte, en aquellas personas que presenten un elevado riesgo de desarrollo de IC se estima necesario poner a su disposición una serie de recursos que les permitan conocer hábitos que reduzcan notablemente el riesgo de desarrollar esta patología e incluirlos en programas de seguimiento (programas de cribado) para recibir un diagnóstico eficaz y a tiempo.
Fomentar el conocimiento de la afección es otro pilar fundamental. Es necesario formar al paciente y hacerle ver que desempeña un papel fundamental en su pronóstico: hábitos de vida saludable, evitar el consumo de alcohol, tabaco o drogas, prevenir el estrés o favorecer una adecuada adherencia al tratamiento son factores que intervienen notablemente.